Vida de Santo Domingo


Santo Domingo, viendo que la gravedad de los pecados de la gente obstaculizaba la conversión de los albigenses, se retiró a un bosque cerca de Toulouse, donde rezó continuamente durante tres días y tres noches. Durante este tiempo no hizo más que llorar y hacer duras penitencias para aplacar la ira de Dios. Usó tanto su disciplina que su cuerpo fue lacerado, y finalmente cayó en coma.




En este punto, Nuestra Señora se le apareció, acompañada de tres ángeles, y le dijo: "Querido Domingo, ¿sabes qué arma quiere usar la Santísima Trinidad para reformar el mundo?"   "Oh, mi Señora", respondió Santo Domingo, "tú sabes mucho mejor que yo, porque junto a tu Hijo Jesucristo siempre has sido el principal instrumento de nuestra salvación". 

Entonces Nuestra Señora respondió, "Quiero que sepas que, en este tipo de guerra, el arma principal siempre ha sido el Salterio Angélico, que es la piedra angular del Nuevo Testamento. Por lo tanto, si quieres llegar a estas almas endurecidas y ganarlas para Dios, predica mi Salterio."  Así que se levantó, consolado y ardiendo en celo por la conversión de la gente de ese distrito, se dirigió directamente a la catedral. Inmediatamente, ángeles invisibles tocaron las campanas para reunir al pueblo, y Santo Domingo comenzó a predicar.

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Oración de Santo Domingo

 Al principio de su sermón, se desató una tormenta espantosa, la tierra tembló, el sol se oscureció, y hubo tantos truenos y relámpagos que todos tuvieron mucho miedo. Aún más grande era su miedo cuando, mirando una imagen de Nuestra Señora expuesta en un lugar prominente, la vieron levantar sus brazos al cielo tres veces para invocar la venganza de Dios sobre ellos si no se convertían, para enmendar sus vidas y buscar la protección de la santa Madre de Dios.  Dios quiso, por medio de estos fenómenos sobrenaturales, difundir la nueva devoción del Santo Rosario y hacerla más conocida.  Finalmente, en la oración de Santo Domingo, la tormenta terminó y él continuó predicando. Explicó con tanto fervor y fuerza la importancia y el valor del Rosario que casi todos los habitantes de Toulouse lo abrazaron y renunciaron a sus falsas creencias. En muy poco tiempo se vio una gran mejora en la ciudad; la gente empezó a llevar una vida cristiana y dejó sus antiguos malos hábitos.

 Vida de Santo Domingo

Inspirado por el Espíritu Santo, instruido por la Santísima Virgen así como por su propia experiencia, Santo Domingo predicó el Rosario durante el resto de su vida. Lo predicó con su ejemplo y con sus sermones, en las ciudades y en el campo, a la gente de alta y baja posición, a los eruditos y a los incultos, a los católicos y a los herejes.

El Rosario, que rezaba todos los días, era su preparación para cada sermón y su pequeña cita con Nuestra Señora inmediatamente después de la predicación.

Un día tuvo que predicar en Notre Dame en París, y era la fiesta de San Juan Evangelista. Estaba en una pequeña capilla detrás del altar mayor preparando su sermón rezando el rosario, como siempre lo hacía, cuando Nuestra Señora se le apareció y dijo: "Domingo, aunque lo que has planeado decir puede ser muy bueno, te traigo un sermón mucho mejor."  Santo Domingo tomó en sus manos el libro que Nuestra Señora le ofreció, leyó el sermón cuidadosamente y, cuando lo entendió y meditó sobre él, le dio las gracias.  Llegado el momento, subió al púlpito y, a pesar del día de la fiesta, no hizo ninguna mención de San Juan, salvo decir que había sido considerado digno de ser el guardián de la Reina del Cielo. La congregación estaba formada por teólogos y otras personas eminentes, acostumbrados a escuchar discursos inusuales y pulidos; pero Santo Domingo les dijo que no era su deseo darles un discurso erudito, sabio a los ojos del mundo, sino que hablaría con la sencillez del Espíritu Santo y con su fuerza.  Así que empezó a predicar el Rosario y explicó el Ave María palabra por palabra como lo haría a un grupo de niños, y usó las muy simples ilustraciones que estaban en el libro que le dio nuestra Señora.

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